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El llamado del Papa

20 de julio del 2015


En la encíclica Laudato Si, el Papa Francisco hace un llamado urgente a la atención de “la casa común”, tratando de unir a la humanidad en la búsqueda del desarrollo sustentable e integral. El documento cita profusamente a sus antecesores en la silla de San Pedro y se inspira en el Santo de Asís, de quien tomó el nombre al ser elegido Pontífice. Su llamado está fundamentado en una fuerte base científica, piedra esencial para el itinerario ético y espiritual del mensaje en la encíclica. Destaca, en particular, su preocupación por la vulnerabilidad de la pobreza y la fragilidad del planeta.
En el desafío que enfrenta la humanidad y su relación con el cuidado del medioambiente, la encíclica hace un llamado sobre la problemática de la contaminación del suelo, aire y agua; el cambio climático, sus determinantes y posibles consecuencias; la degradación de la biodiversidad y su relación con el deterioro de la calidad de la vida humana, y las consecuencias de no tener una respuesta oportuna a estos desafíos.
¿Qué significa este llamado para Chile? En primer lugar, el reconocimiento de un problema que nos incumbe en tres dimensiones, tanto dentro de Chile como miembros de la comunidad global. La primera dimensión parte de constatar la tremenda urgencia a la cual estamos expuestos en cuanto a la contaminación local en nuestro país. Urge mejorar la calidad del aire que afecta a millones de chilenos que viven los costos de niveles de contaminación que producen enfermedades respiratorias severas, además de las restricciones de tránsito que imponen. El creciente problema de sequía no sólo afecta la capacidad productiva de miles de agricultores, sino que también amenaza la disponibilidad de agua para millones de compatriotas, y la problemática del manejo de desechos que paulatinamente representan un grave problema por su localización y consecuencias.
La segunda dimensión hace referencia con nuestro compromiso global. Si bien Chile es un actor pequeño en la generación de gases de efecto invernadero -los que al ser emitidos aceleran el cambio climático en el planeta-, la necesidad de tener una matriz energética eficiente y la característica de una economía emergente que busca acercarse al desarrollo nos obliga a pensar en el presente con un compromiso claro hacia el futuro. Por tanto, los pasos hacia el desacoplamiento de emisiones de gases de efecto invernadero de los procesos productivos son un desafío particularmente importante para Chile, donde aún hay mucho terreno por avanzar.
Finalmente, la tercera dimensión es volcar la mirada hacia la reducción de la pobreza y combatirla con una herramienta conocida como el crecimiento sustentable y la generación de empleo.
Ante la incertidumbre provocada en Chile con la inversión y las bajas expectativas de crecimiento potencial, estos tres ejes son aún más urgentes de atender. Es plenamente compatible lograr un mayor crecimiento inclusivo con mejoras en la calidad del medioambiente, mayor productividad e innovación tecnológica.
¿Cómo nos hacemos cargo de este llamado y desafío? En 2013, como parte de los compromisos adquiridos ante la Ocde, nos tocó liderar -en conjunto con el Ministerio de Medio Ambiente- la elaboración de la Estrategia Nacional de Crecimiento Verde para Chile, donde ya marcamos un camino como país, anticipando líneas de acción en torno al llamado que ahora hace el Papa.
La estrategia propone como objetivo fomentar el crecimiento económico, tomando en cuenta un activo cuidado ambiental. Los ejes en los cuales se sustenta son: i) minimizar los subsidios a los combustibles fósiles, ii) usar herramientas de comando y control en la gestión ambiental tanto para contaminantes locales como globales, iii) fomentar la generación de mercados de bienes y servicios ambientales, centradas en la búsqueda de mayor inversión privada y iv) seguir y medir el progreso de las metas de calidad de los programas.
No hay contraposición entre crecimiento y cuidado del medioambiente si nos preocupamos, por ejemplo, que los precios de mercado de los combustibles no tengan distorsiones nocivas. Lamentablemente, hay aquí un serio problema global. De acuerdo a algunas estimaciones, los subsidios mundiales a combustibles fósiles rondan los US$ 500.000 millones anuales, lo que incentiva artificialmente su uso. Pero, además, esta distorsión dificulta el desarrollo de energías limpias alternativas. Afortunadamente, en nuestro país esto no ocurre.
Chile, ahora más que nunca, debe acoger el llamado hacia un crecimiento sustentable, pero responsable con su realidad. El primer paso es recuperar la confianza para impulsar la inversión y la creación de un mayor número de empleos. En paralelo, es necesario continuar fortaleciendo la institucionalidad ambiental que debe acompañarnos en la senda de desarrollo. De esta manera cuidaremos nuestro patrimonio natural y lo aprovecharemos más eficientemente, con la incorporación de nuevas tecnología a menor costo. Así, también, aportaremos desde lo que nos toca al cuidado de “la casa común”, como nos invita el Papa.

Columna publicada en La Tercera.

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Felipe Larraín

Doctor en Economía. Universidad de Harvard (EE.UU.). Ingeniero Comercial UC. Exministro de Hacienda. Profesor Titular Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas UC.

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