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¿Fuga de cerebros?

15 de octubre del 2017


La carrera global por la búsqueda de talento está desatada. Los grandes científicos e innovadores tienen nacionalidad, pero sus contribuciones son planetarias. Las universidades se los pelean. ¿Cómo subir a los chilenos al tren del desarrollo a través del conocimiento? Una reciente visita al London School of Economics and Political Science (LSE) aumentó mi inquietud. La invitación de LSE implicaba comentar el último libro del BID: "Aprender mejor: Políticas públicas para el desarrollo de habilidades". ¿Su principal mensaje? Frente a la revolución tecnológica que transforma las economías, América Latina corre con desventaja. Desde la primera infancia hasta la adultez, los datos muestran deficiencias en los niveles y tipos de habilidades que posee la población. Esto limita sus posibilidades de aprovechar los avances. El escenario debería obligar a las políticas públicas a innovar, particularmente en la promoción de talento, pero poco o nada se hace al respecto. Chile no es una excepción. Nuestro progreso es lento y no a la escala necesaria. Si la conferencia fue interesante, la interacción con los participantes no destiñó. Y como ocurre en estos eventos, la representación nacional -chilenos realizando estudios en las mejores universidades del área- se hizo notar. Fue un lujo saber de apasionados y sacrificados compatriotas trabajando en las fronteras del conocimiento, con acceso a infraestructura y masas críticas que los potencian, desarrollando habilidades y capacidades para competir en el Primer Mundo. Justo lo que Chile requiere. Pero ante la realidad local, ¿está el país preparado para acogerlos? Ojala fuese al revés, pero mientras más talentosos son los estudiantes chilenos en el extranjero, menos obvia es la respuesta. Seguro temen ver depreciar su capital humano al momento de volver a Chile. Es que si alguien sabe lo que se requiere para generar conocimiento son ellos. Por lo mismo, nadie es más consciente de los atrasos y dificultades locales. Y la frustración aumenta cuando, teniendo la posibilidad de competir profesionalmente en el Primer Mundo, se ven forzados a volver por la mal llamada Beca Chile, un sistema de créditos arcaico, plagado de incentivos perversos. En su camino al desarrollo, Chile acarrea el lastre de una educación que mira los avances en el mundo con binoculares. A la mochila del sector ahora se suma el peso de reformas deficientes con duros efectos presupuestarios. ¿Y si exportamos un poco de talento? ¿Por qué no apostar por compatriotas repartidos por el mundo que contribuyan al conocimiento? ¿No podrían las políticas públicas innovar con mecanismos para que estos retribuyan al país desde fuera? Así, tal red externa generaría beneficios internos. Ahí hay una oportunidad para Chile. Si Mahoma no puede ir a la montaña, por lo menos acerquemos un poquito la montaña a Mahoma. Columna publicada en El Mercurio.
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Columna

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Educación

publicColaboración con Instituciones Internacionales

Universidad de Maryland
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Sergio Urzúa

Ing. Comercial U. de Chile. Ph.D. en Economía U. de Chicago (EE.UU.). Associate Professor University of Maryland.

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