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La academia y la posverdad

8 de febrero del 2017


Si algo ha quedado claro en los últimos años respecto del ser humano, es su debilidad ante las emociones y su deseo de validar sus creencias. Por eso, a pesar de sus fuertes instituciones, con Brexit y Trump, el Reino Unido y los Estados Unidos han sufrido del apetito de la especie por información atractiva de aparente veracidad, pero sin sustento en la realidad. ¿Cómo contrarrestar nuestra fragilidad ante la posverdad? Los medios de comunicación han reconocido su responsabilidad, pasando incluso varios a la ofensiva en contra del fenómeno. A modo de ejemplo, prestigiosos diarios estadounidenses han anunciado esfuerzos por fortalecer sus equipos periodísticos, particularmente en lo relativo a la investigación. En la misma línea, plataformas de redes sociales están implementando acciones para limitar la propagación de información falsa a través de sus sitios web. Pero los esfuerzos de quienes informan son insuficientes. En último término, estos son solo intermediarios. Así que llegó la hora de reconocer que la extensión e influencia de la posverdad ha sido también posible gracias a la pasividad de quienes generamos hechos y evidencia: La comunidad académica y científica es responsable. Un feroz mercado laboral especializado, global y competitivo, explica, en parte, la indiferencia. En economía, por ejemplo, una publicación en una revista de calidad no toma menos de dos años. Múltiples revisiones y árbitros anónimos son necesarios para convencer a la profesión de que el resultado en cuestión no es superstición, sino realidad. Para muchos, el proceso agota el tiempo y las ganas de convencer al resto. Ahí la culpa. Sin embargo, el escenario de la posverdad no es inofensivo para ese mundo. Por de pronto, los cuestionamientos políticos a los expertos son pan de cada día. "Gran Bretaña los ha escuchado demasiado", dijo el secretario de Justicia, Michael Gove, al ser cuestionado por sus dudosas cifras a favor del Brexit. "El cambio climático es una farsa", ha insistido Donald Trump, desdeñando así la evidencia científica. Los ataques despertaron a las universidades en el mundo. Más recursos están siendo dirigidos a restablecer el respeto por la objetividad, fortaleciendo los programas educacionales y asegurando la libertad académica. A esto además se han sumado esfuerzos por contribuir al debate público con evidencia científica. ¿Podrá seguirse el ejemplo en Chile? Difícil. Sin recursos, víctimas de una reforma educacional deficiente, con problemas de liderazgo profundos, con buenos académicos frustrados por la imposibilidad de hacer ciencia y malos aprovechando el escenario para hacer proselitismo político, muchas universidades chilenas no aparecen en un buen pie para oponerse a la posverdad (¿serán parte de esta?). Una lástima, pues la oferta de más y mejores instituciones que puedan desenmascarar a quienes abusan de nuestras debilidades es urgente. http://www.elmercurio.com/blogs/2017/02/05/48632/La-academia-y-la-posverdad.aspx
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Columna

publicColaboración con Instituciones Internacionales

Universidad de Maryland
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Sergio Urzúa

Ing. Comercial U. de Chile. Ph.D. en Economía U. de Chicago (EE.UU.). Associate Professor University of Maryland.

publicInstituciones Internacionales

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