Las verdaderas causas del frenazo económico

El ministro de Hacienda ha presentado una nueva teoría respecto de nuestro frenazo económico, en la misma línea del planteamiento más somero del ministro secretario general de la Presidencia. El problema de Chile sería estructural y externo, y radicaría en la incapacidad de diversificar nuestras exportaciones. Una suerte de amnesia colectiva ("se nos olvidó inventar nuevos negocios"). Trae recuerdos de los años 50 con el "Chile: Un caso de desarrollo frustrado" de Aníbal Pinto. Pero tiene razón el ministro en que el diagnóstico es importante, y bienvenido el debate. Con respeto, e incluso simpatía personal por ambas autoridades, discrepo profundamente de su planteamiento. La economía chilena no está predestinada a tan lúgubre panorama. Tampoco somos meras víctimas de la economía internacional. Nuestro país tiene muchísimas posibilidades de desarrollarse, crecer y crear empleos de calidad en forma mucho más dinámica que la que ha tenido con el actual gobierno. El punto de partida es reconocer que el crecimiento no solo no está garantizado, sino que depende de las políticas económicas y sociales, y de la calidad de las instituciones. Durante el actual gobierno ha habido un fuerte deterioro en todos estos frentes. Es bienvenida la dosis de realismo del ministro cuando reconoce que las reformas -en especial la tributaria-, la incertidumbre y cambios regulatorios han deteriorado el crecimiento de nuestro país. Ello contrasta con el engaño de pretender que las mentadas reformas no afectarían el crecimiento, la inversión ni el empleo, como se repitió majaderamente en un comienzo. Sin embargo, la discrepancia está en las magnitudes relativas. Mientras para nuestras autoridades el grueso del problema es externo o estructural, la realidad indica lo contrario. Por supuesto, todos los países dependientes de recursos naturales enfrentaron los efectos del fin del superciclo de los commodities . Pero a Chile le pegó mucho más que a otros. Un informe reciente del Fondo Monetario Internacional evalúa justamente este punto; concluye que para los exportadores de recursos energéticos (como el petróleo) la caída de crecimiento por el shock externo se estima en 2,25 puntos de crecimiento anual, en tanto que para los demás (como los dependientes del cobre) el efecto se estima en un punto anual. Chile está entre estos últimos, pero nuestro frenazo ha sido de más de tres puntos, cuando el efecto externo explicaría solo uno. Por tanto, los factores externos sí inciden, pero solo en un tercio del problema. El resto (2/3) es made in Chile. No en vano nuestro país, que disputaba con Perú el liderazgo de crecimiento de la Alianza del Pacífico, hoy es el país que menos crece de la Alianza. Es cierto que todos los miembros de este bloque se han desacelerado. Sin embargo, Perú -con estructura productiva muy similar a la nuestra- hoy día crece entre 3,5% y 4%, mientras Chile apenas se desplaza al 1,5%. De acuerdo con el Institute for International Finance de Washington, las economías emergentes se habrían expandido un 6,8% en febrero de 2017, luego de un 6,4% en enero; pero Chile no participa de este positivo ciclo. Mucho se habla también del inexorable ciclo minero, pero este también le pega a algunos más que a otros. De acuerdo al Fraser Institute, Chile ha retrocedido 28 puestos en el índice de competitividad minera y quedamos en la posición 39 (en 2013 éramos 4 del mundo), en tanto Perú avanza 8 lugares y hoy nos supera. Por supuesto, la huelga de Escondida, con que empieza a debutar la reforma laboral, en nada va a contribuir a recuperar nuestro sitial como país minero. Es también un triste récord que la economía chilena completará tres años de caída de la inversión (2014-16), sin mediar ninguna recesión externa, lo que no se veía en nuestro país desde el gobierno de la Unidad Popular. Y la productividad también ha completado tres años de caídas, como revela el índice de Clapes UC. Curioso entonces que justo cuando la economía internacional mejora, y especialmente las economías emergentes, Chile siga con crecimientos paupérrimos, inferiores al 2%. Y justo cuando esto ocurre, surja la explicación de que nuestro problema es estructural. Demasiada coincidencia. Columna publicada por El Mercurio.