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Por marchas sin violencia

22 de junio del 2015


Sin agresividad, el ser humano no hubiese sobrevivido como especie. Por eso no sorprende que algunos homo sapiens parezcan por naturaleza violentos, mientras que otros, aún sin tener una particular disposición, actúan violentamente en determinados contextos. Millones de años de evolución están tras nuestras comunes expresiones de violencia.

Pero el instinto humano no puede explicar la frecuencia y gravedad de los hechos de violencia que una y otra vez emergen en las marchas en Chile. Mal que mal, el mismo proceso evolutivo nos ha hecho flexibles, con la capacidad de reprimir y controlar impulsos negativos. Por eso, tras los actos vandálicos, los desmanes, el ataque en contra de la propiedad privada y pública, también existen factores ambientales y sociales. Una cosa es un encapuchado tirando piedras y otra distinta es un grupo de encapuchados haciéndolo. La distinción es clave y determina la complejidad de estrategias para erradicar actos de este tipo.

El análisis de los determinantes de la violencia en eventos colectivos ha sido un tema popular en la literatura de criminología, influenciando incluso el diseño de políticas antiviolencia alrededor del mundo (con la excepción, al parecer, de Chile: ¿una marcha a las 11 pm? ¡Por favor!). De allí emanó, por ejemplo, el enfoque de identidad social, modelo utilizado para atacar la violencia en el fútbol inglés en los 80. Este planteaba que los desórdenes colectivos no eran solo el resultado de la aglomeración de hooligans en un determinado lugar, sino que del comportamiento espontáneo de fanáticos no hooligans , que contagiados por el ambiente y el contexto social contribuían a los desórdenes.

El impacto de dicha visión no se dejó esperar: se revisaron las leyes de prohibición de asistencia a los estadios y se rediseñaron las estrategias de prevención y contención de la violencia. Esto último significó complejizar el accionar de la policía, optimizando y asegurando sus protocolos (el triste caso de Rodrigo Avilés ilustra las enormes consecuencias de los errores en este ámbito). A esto se sumó un fuerte trabajo social preventivo, basado en la generación de redes de freno dentro de los mismos aficionados (autorregulación colectiva). Los efectos del paquete de medidas fueron positivos: se redujo la frecuencia y gravedad de los actos de violencia, pero, más importante aún, se legitimó la autoridad policial incluso entre los fanáticos.

El derecho a expresarse pacífica y libremente es un pilar de la democracia. Todos los esfuerzos tienen que estar puestos en asegurarlo. Por eso es fundamental erradicar la violencia de las marchas. Para combatirla son necesarias estrategias innovadoras y liderazgos empoderados, que legitimen la acción policial y el cumplimiento de la ley, sobre todo entre los participantes. De no ser así, la involución será inevitable: con violencia no puede haber más marchas.

http://www.elmercurio.com/blogs/2015/06/07/32464/Por-marchas-sin-violencia.aspx

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Prensa Escrita

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Columna

publicColaboración con Instituciones Internacionales

Universidad de Maryland
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Sergio Urzúa

Ing. Comercial U. de Chile. Ph.D. en Economía U. de Chicago (EE.UU.). Associate Professor University of Maryland.

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