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Resistir tentaciones

29 de noviembre del 2016


Imagine el siguiente experimento. Lo dejan solo en una habitación. En el medio de esta se encuentra una mesa y sobre ella se posa un exquisito chocolate. Las instrucciones son sencillas: Si Ud. soporta quince minutos sin comerse el bombón, recibirá un segundo dulce. ¿Aguanta la tentación o se come el chocolate? Resistir tal instigación no es tarea fácil para el ser humano. En la práctica, el ejercicio genera tensiones entre dos zonas del cerebro. Una parte, dominada por una estructura llamada la amígdala, le dice: "No esperes, ¡cómetelo ya!". Es la parte instintiva, más emocional, aquella que por miles de años nos permitió sobrevivir como especie bajo condiciones primitivas. Por el contrario, otra parte, la corteza prefrontal, genera estímulos que contradicen la reacción instintiva y le susurra: "Dos es mejor que uno, mejor esperar". Es la parte racional, la función ejecutiva, clave para aplazar la gratificación instantánea. Entonces, frente al chocolate, ¿quién manda, su parte emocional o racional? La pregunta puede parecer irrelevante, pero no se engañe. En los 60, un equipo liderado por el psicólogo y académico Walter Mischel comenzó a realizar el experimento antes descrito, pero en niños de 4 y 5 años. Como era de esperar, en muchos dominaron los instintos: se devoraron el chocolate. Sin embargo, lo fascinante vino después. Durante los siguientes cuarenta años, los menores fueron entrevistados múltiples veces por los investigadores. Para sorpresa de todos, en promedio, quienes evitaron comer el chocolate de chicos no solo mostraron mayores niveles de educación y mejores empleos de grandes, sino también menor sobrepeso, menor consumo de drogas, mejores habilidades sociales, entre otras muchas cosas. Notable poder de la racionalidad, del control de los impulsos. Las implicancias sociales y económicas del resultado son mayúsculas. Sugiere, por ejemplo, lo vital de inculcar tempranamente -tanto en la casa como en el colegio- el valor del esfuerzo, el autocontrol y el difícil aplazamiento de la gratificación inmediata. Ilustra además lo difícil que es para cualquier sociedad avanzar hacia el desarrollo sin promover la confianza, la constancia y el planeamiento futuro entre sus miembros. Y, por cierto, explica la natural inclinación de los políticos por "vender" soluciones que gratifican hoy, pero que no aportan e incluso dañan mañana. El Chile reciente ofrece dos buenos ejemplos: reparto en pensiones y gratuidad en educación superior. Pero vamos más lejos: ¿Por qué Chile tuvo éxito en su camino al desarrollo? Porque en su infantil democracia evitó comerse varias veces el chocolate. ¿Lo ve así el chileno promedio? Creo que sí, y si no lo hacía, aprendió con los errores e improvisaciones de una administración afectada de un problema de salud evidente: una amígdala de tamaño monumental. Por eso, me declaro optimista. A pesar de las tentaciones, vengan de derecha o de izquierda, la mayoría de los chilenos no pisará "el palito" en más experimentos. Columna publicada en El Mercurio.
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Columna

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Políticas Públicas

publicColaboración con Instituciones Internacionales

Universidad de Maryland
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Sergio Urzúa

Ing. Comercial U. de Chile. Ph.D. en Economía U. de Chicago (EE.UU.). Associate Professor University of Maryland.

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